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Los tigres de Nueva Venecia

Tejiendo redes invisibles.

Oswaldo Cervantes, nuestro remero, es una persona muy reservada. Cualquier consulta la contesta con monosílabos. Dudamos de hablar el mismo idioma. Pero cada vez que pone rumbo en la canoa, el destino es certero. En cada casa que visitamos hay una relación afectiva con la cancha, con el fútbol y con la comunidad. Confiar en su criterio para presentarnos vecinos es confiarle el primer filtro. Él dejará por fuera mundos que no conoceremos jamás, otras redes humanas que sabemos que están ahí, aunque invisibles a nuestros ojos. Protagonistas de la historia que no participarán jamás del documental. La elección de los hogaes que visitamos, son los pilares de la futura película. Tal vez esos pilares estuvieron desde siempre, como dice Borges en su poesía sobre I Ching: “el porvenir es tan irrebocable, como el rígido ayer.” Hoy desde la distancia, con la película terminada, creo que desde siempre estábamos comprometidos (todos), en este encuentro de mundos tan singulares y distantes: Colombia, Uruguay y México.

En cada casa nos reciben con la hospitalidad y la humildad de quién espera la visita de un amigo. Un par de sillas, un tintico y los recuerdos. Nos recomiendan charlar con otros vecinos: –hable con Erolinda, ella tiene fotos de la inauguración de la cancha…-, -ya conocieron a Jesus? Él es como un historiador acá, sabe de todas esas vainas de fechas…-, -Y don José? El que jugó en el Junior de Barranquilla?-

Las jornadas se estiran de sol a sol, aunque efímeras ante el lento bogar de la canoa de Oswaldo. Una madrugada salimos con Anibal a pescar jaibas, a conocer la mecánica de una jornada de trabajo ciénaga adentro. Pasamos las tardes con los jóvenes chapoteando en la cancha.  Otra mañana acompañamos a Elmer mientras teje su red y nos dice una de las frases que será un ancla para entenderlos: –Aquí es donde nacimos y donde queremos morir.       
 

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Las jornadas se estiran de sol a sol, aunque efímeras ante el lento bogar de la canoa de Oswaldo. Una madrugada salimos con Anibal a pescar jaibas, a conocer la mecánica de una jornada de trabajo ciénaga adentro. Otra la pasamos con Elmer mientras teje su red y nos dice una de las frases que será un ancla para entenderlos: -Aquí es donde nacimos y donde queremos morir.

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